Un día antes de que se lleve a cabo el Primer Festival Piloto Co-Neek’ta, los organizadores anunciaron en redes sociales que la asistencia está Sold Out. Por ello me apresuré a llegar temprano al Patio Central de la Biblioteca México, la sede del concierto; eran las 11 de la mañana del sábado 3 de febrero. Casi nunca llego a tiempo a ningún lado, pero atendiendo la advertencia de del cupo lleno, esta vez soy puntual. ¡Oh, sorpresa! Casi nadie ha llegado; pero la situación se revierte conforme avanza la jornada.

Es un tópico decir que la música derriba fronteras; no siempre es así. Al menos no siempre en el caso de las Personas Con Discapacidad (PCD), para quienes disfrutar de un concierto es todo un safari arquitectónico. Me encanta la música, pero no soy fan de ir a conciertos, las pocas experiencias que he tenido no son muy gratas: los lugares reservados para PCD estaban lejanos del escenario o no existían; la accesibilidad y la visibilidad no eran las mejores, el suplicio de los baños estrechos e incluso la mirada incrédula de la gente de “¿qué hace una persona así aquí?” Olvidé comentar un detalle, yo también soy usuario de silla de ruedas. Y sin duda este es uno de los motivos (no el único) que me mueve para asistir al primer festival que intenta ser pionero en lograr un concierto cien por ciento accesible para todas las PCD.

Y este objetivo se aprecia desde la entrada al concierto. Los anfitriones son una mujer y un hombre en silla de ruedas; les pregunto si también vienen al concierto y me dicen que no, ellos son voluntarios para informar a los asistentes. Paso seguido (bueno, rodada seguida), quien me pone el brazalete naranja de acceso es una chica con Artrogriposis Múltiple y una sonrisa amable, y me indica que con el brazalete puedo entrar y salir del concierto.

¿Cuánto va a durar el concierto? Me pregunto. La respuesta me llega minutos más tarde cuando me encuentro con el activista y organizador del Festival Co-Neek’ta, Alfredo Jiménez, quien me indica que el evento durará aproximadamente ocho horas. Es por ello que buscaron un lugar que fuera accesible y cómodo para cualquier tipo de discapacidad: sanitarios accesibles, señalizaciones Braille, puertas y espacios amplios, un cambiador asequible, guías táctiles. La Biblioteca México es un espacio que previamente contaba ya con varias medidas de accesibilidad (incluso tienen una sala de lectura Braille) solo adecuaron algunas más.

Como les conté, la gente iba llegando de a poco, así que al inicio el concierto luce semidesierto. Mi mente, que tiende a la catástrofe, vaticina un sinfín de teorías y porqués de que la gente no va a llegar: muchas PCD dependen de terceros para trasladarlos o el transporte para llegar a la Biblioteca quizá no es accesible para muchos o a las PCD casi no les interesa los eventos culturales o es solo mi pensamiento ansioso que cabalga sin rumbo.

De pronto, aparecen en el escenario los conductores del evento. Britanny Russell, modelo y Marco Caballero, atleta paralímpico de alto rendimiento, ambos usuarios de silla de ruedas. La inclusión se visibiliza en ese tipo de detalles. Cuántos eventos se hacen en nombre de la discapacidad y, sin embargo, quienes organizan, conducen y actúan en dichos eventos son personas sin discapacidad alguna o al menos no una visible; en esos casos, la discapacidad es utilizada solo como un producto a consumir, pero no a producir. A contracorriente, en la producción de este evento participaron más de 60 personas con diversas discapacidades y personas aliadas o simpatizantes con esta causa.

Después del mediodía, el concierto arranca con Cris Master, un DJ sin brazos que manipula el tornamesa con los pies y es, además, medallista paralímpico de natación. Al principio, parece una fiesta para estatuas, nadie se mueve de su espacio. Pero la música todo lo salva, todo lo atraviesa, todo lo derriba. DJ Cris Master logra prender a la gente con clásicos de música disco, suena “Cant get you out my head” de Kylie Minogue y el milagro sucede: la discapacidad auditiva vuelve a oír gracias los chalecos de vibración de sonido en diferentes partes del cuerpo que la Asociación Civil (AC) Viendo te entiendo ha llevado al evento a una intérprete de lengua de señas baila al compás de Funkytown de Lipps Inc. Yo, tímidamente, empiezo a mover las manos, la cabeza y me percato de unos chicos con Síndrome de Down se han adueñado ya de la pista y de la atención, bailan con euforia y con sorprendente destreza para muchos de los que ahí estamos presentes, el concierto empieza a tomar ritmo de fiesta.

La festividad aumenta cuando la intérprete de señas, Nidia Díaz Arreche, realiza un performance musical en lengua de señas mexicana (cada país tiene la propia). Interpreta varias canciones tocando un piano imaginario, una guitarra imaginaria y una batería imaginaria pero la energía y la emoción que desprende es real, nos habla en ese otro lenguaje, casi universal, el lenguaje de la música. Suenan Los Fabulosos Cadillacs y una estrofa de Mal Bicho es casi una declaración de principios: "Discriminar no está nada bien, antes los ojos de Dios todos somos iguales".

El concierto se vuelve una pequeña montaña rusa, José Guadalupe Rivera Torreblanca, un pianista con multidiscapacidad, nos lleva por caminos de nostalgia, la reflexión y emotividad, toca varios clásicos del piano: Aline, Balada para Adelina, pero la que realmente me conmueve es su interpretación de Ave María, de Bach. Su destreza y sensibilidad al momento de tocar el piano contradice cualquier idea de discapacidad como alguien con menores capacidades. Si a él se le nombra como una persona con multidiscapacidad por tener limitantes neurológicas en el hablar y el ver, ¿cómo nos nombraría él a quienes no sabemos tocar el piano? ¿Discapacitados musicales?

El concierto hace una pausa por motivos de logística y para que las PCD hagan lo necesario para seguir disfrutando el concierto de forma cómoda y placentera. Aprovecho el Intermezzo para ir el váter y me encuentro con la necedad de siempre de las personas erguidas: el sanitario reservado para los usuarios de silla de ruedas ocupado por alguien de a pie. Al salir le hago notar su falta, me dice que me calle, le digo imbécil, quedamos empates.

Entre la pausa y el siguiente artista, converso con varios integrantes del colectivo ¡Qué buen roll!, platicamos de los pormenores del concierto y la importancia de estos eventos en la agenda de los derechos de las PCD. Carmen Villa una de las integrantes de ¡Qué buen roll!, es Ingeniera con especialidad en temas de Medio Ambiente, me comenta: “la escasa participación de PCD en el involucramiento de otras agendas o reivindicaciones como en Medio Ambiente”, en ello coincide Jen Mulini, activista en favor de los derechos de las PCD, feminista, youtuber, señala la importancia de “la intersección de demandas entre diferentes movimientos o reivindicaciones sociales”. Por ejemplo, ella es mujer, PCD, indígena y feminista, por ende, su activismo en diferentes causas, con ello ha logrado acercar y sumar a otros colectivos a la lucha de las PCD.

Me quedó reflexionando en estas dos últimas conversaciones, ¿Es un concierto una demanda o una necesidad primaria de las PCD cuándo hay tantos temas pendientes y urgentes en su agenda? Quizá sí, quizá no, depende quién enarbole tal o cual agenda, lo que es un hecho, es que este primer concierto inclusivo es un paso más en la construcción de una nueva cultura de la discapacidad. También pienso en la lentitud con que avanzan las demandas de la población con discapacidad respecto a otras demandas sociales, que en menor tiempo de manifestación han logrado avanzar con mayor celeridad. Curiosamente las demandas de la PCD son de las pocas que alcanzan un mayor consenso en la mayor parte de la población, a diferencia de otras demandas que tienen partidarios a favor y en contra, sin embargo, está aceptación no se ha reflejado tan clara y rápidamente, como en otros movimientos con más avances en menor tiempo.

Quien cierra el concierto es la chelista Maricarmen Graue Huesca, toca con maestría algo que suena a Bach, sus dedos son tentáculos de pulpo de caminan lenta y acompasadamente a lo largo del violonchelo, no obstante, su ceguera, su mirada es inquietante, como sin mirar te observara.

El concierto llega a su fin. Miro hacia lo alto de los muros del recinto y veo la foto de Octavio Paz en sepia, recuerdo un extracto de su poema “Piedra de Sol”:

A la mayoría de las personas, transitoriamente, les alcanzará algún tipo de discapacidad, y entonces ya no habrá un nosotros y ustedes, seremos un nosotros, un nosotros que siempre hemos sido.

para que se pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros

Felicidades a Alfredo Jiménez y a todas las personas que formaron parte de la organización del evento. ¡Larga vida al Fesltival Co-Neek´Ta! ¡Nos vemos el siguiente año!